Ahora que estamos en verano, llega el momento en que hacemos el cambio de armario. Pantalones cortos, más faldas y vestidos, camisetas con más escote, de tirantes, colores más claros, bikinis y bañadores, etc. Y con esto llega la potenciación de los complejos y es que a menos ropa, más complejos.
Esto ocurre a nivel general de la sociedad, pero, ¿qué ocurre si encima has tenido un problema de salud previo y te ha quedado alguna secuela física? Los complejos se multiplican. Si te ha quedado una cicatriz (más o menos bonita) en algún lugar visible, te han quitado uno o los dos pechos, usas bolsa de colostomía, tienes algún miembro hinchado (por ejemplo un brazo a causa de un linfedema o una pierna por las varices), se te ha caído el pelo (también es época de bodas donde, especialmente entre mujeres, es frecuente pensar en qué peinado te harás para el evento), te han salido ronchas o manchas en la piel, etc. Es posible que no te sientas tan cómodo/a con la llegada de esta estación del año.
Algunas de las personas que pasan por un proceso de enfermedad que supone algún cambio en su cuerpo, lo toman como signo de victoria y de orientación hacia la vida. En cambio, muchas otras, quedan con secuelas psicológicas causadas por las secuelas físicas y esto, es lógico llevarlo mal especialmente en verano. Por un lado, entra en juego la afectación de la autoestima y la autoimagen y, por otro, la vivencia de ansiedad ante el aspecto físico. Por ejemplo, en el caso de una mujer que le han quitado el pecho, puede que sienta ansiedad solo con verse en el espejo con una camiseta de escote y, por supuesto, en bañador. En este momento, tiene varias opciones, salir a pesar de esta circunstancia y pasarlo bien (aunque queda la opción de cambiarse de ropa a otra que la haga sentir más cómoda) o quedarse en casa y empezar a evitar ciertas situaciones. Evidentemente, es la segunda la que supone un problema. Cuando dejas de hacer por el “qué dirán” o cuando haces algo, pero estás más pendiente de lo que estará pensando la otra persona sobre ti y tú parte del cuerpo donde esté el complejo, surge la ansiedad contribuyendo así a bajar tu autoestima.
Consejos para sentirte mejor contigo mismo/a:
Busca ropa que te haga sentir cómodo/a y donde te veas atractivo/a.
Haz planes. Muchas veces esperamos a que nos apetezca hacer algo para hacerlo. Pues vamos a invertir la balanza, haz cosas para que luego te apetezca hacerlas.
Acepta los cumplidos. Si te hacen un cumplido, no lo menosprecies pensando que lo dicen por quedar bien.
Arréglate. Potencia las partes del cuerpo que te gustan: maquíllate, péinate, ponte perfume, tacones, etc.
Mímate. La mayoría de las veces, nosotros mismos somos nuestro peor crítico. Cuida el lenguaje con el que te hablas.
Vida sana. Algo de deporte (aunque sea andar media hora) y alimentación saludable ayudarán a que te sientas mejor contigo mismo/a.
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Cristina Pérez Belmonte