Con la llegada de la fiesta de Todos los Santos y su Noche de Brujas las calles y la programación televisiva se inunda de telarañas, murciélagos e historias escalofriantes y posiblemente sea un buen momento en el que hablar con nuestros pequeños de sus temores y miedo.

El miedo es una emoción innata que todos poseemos y  conocemos, caracterizada por su intensa sensación desagradable ante la percepción de algún peligro real o no y que, al igual que la ansiedad, sirve como mecanismo de supervivencia para reaccionar ante el peligro.

Esta emoción, que nos acompaña desde que nacemos, durante los diferentes estadios o etapas de desarrollo va evolucionando y se asocia a un tipo u otro de situaciones, elementos o estímulos.

Los bebés no comienzan a manifestar este sentimiento antes de los seis meses de vida. Es a partir de esa edad cuando empiezan a experimentar miedo a las alturas, a los extraños y otros. Surge también en esta edad  la ansiedad por separación de la figura de apego.

Entre el año y los dos años y medio, se intensifica el miedo a la separación de los padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y edad adulta, tomando la forma de timidez, pero lo habitual es que vayan desapareciendo progresivamente a media que el niño crece.  Es en esta etapa cuando empiezan también a surgir los primeros miedos relacionados con pequeños animales y ruidos fuertes como pueden ser los de una tormenta.

En la etapa preescolar se inicia una evolución de los miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior (extraños, ruidos, etc.) y pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine y sus series favoritas. También la mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta.

El niño a partir de los 6 años, sus miedos toman el relevo como temores más significativos y específicos (heridas, sangre, inyecciones).  Puede también presentarse temor hacia el fracaso escolar, temor a las críticas o miedo en la relación con sus iguales (miedo hacia algún compañero en especial que puede mostrarse amenazante o agresivo).

El miedo a la separación o divorcio de los padres estaría ahora presente en aquellos casos en el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores.

En la preadolescencia  hay preocupaciones derivadas de la crítica, el fracaso, el rechazo de iguales o amenazas que ahora son valoradas con mayor preocupación. Suelen aparecer también los miedos derivados del cambio de la propia imagen que al final de esta etapa empiezan a surgir.

Por último, en la adolescencia los relacionados con el rendimiento personal, logros académicos, relaciones interpersonales, reconocimiento, cobran especial importancia.

 

Es de vital importancia que el ambiente familiar en el que se desenvuelve el niño sea el adecuado basado en el cariño y la confianza. Algunas recomendaciones que ofrecemos desde Inicia Sarabia Psicología son:

  • Seleccionar lecturas infantiles adecuadas y cuentos agradables.
  • Fomentar la autonomía e independencia en nuestros hijos.
  • Seleccionar las películas y los dibujos que ven, en cuanto a su contenido.
  • Realizar cambios graduales en el entorno para acostumbrarles a situaciones novedosas.
  • Reforzar comportamientos valerosos.
  • Evitar la sobreprotección evitando fomentar la dependencia.
  • Enseñarles habilidades de relajación y autocontrol.
  • Y sobre todo, saber escuchar y dedicarles tiempo suficiente a nuestros pequeños.

 

El miedo es una emoción que nos acompaña y cambia a medida que lo hacemos nosotros. Si crees que tus hijos tienen miedos que limitan su día a día y perduran en el tiempo no lo dudes, contacta con nosotros.

 

Fdo.: Laura Llinares Espí

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